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PINTURA MURAL DE TULUM. y Santa Rita Corozal, Belice. Por. Pablo Escalante Gonzalbo y Saeko Yanagisawa

21.08.2010 12:48

 

Tulum, Quintana Roo, y Santa Rita Corozal, Belice
pintura mural
Pablo Escalante Gonzalbo, Saeko Yanagisawa


Los temas y acciones representados en los murales de Santa Rita y Tulum son frecuentes en los códices y en otras obras de la tradición Mixteca-Puebla: la danza, el tañido del tambor, el ataque con armas, el cautiverio, la decapitación, la presentación de ofrendas, entre otros. Escena de decapitación del dios L (a) y un dios desconocido (b). Mural. Muro oeste, Montículo 1. Santa Rita Corozal, Belice.
Tomado de Gann, 1900. Archivo de Escalante y Yanagisawa

Las pinturas murales de Tulum y Santa Rita Corozal –de contenido eminentemente religioso, en el que se combinaron escenas mitológicas con algunas representaciones astronómicas– se realizaron bajo el influjo de la tradición Mixteca-Puebla, aunque debe aclararse que en ellas se encuentra una adaptación de ese estilo en la que se aprecian también algunos rasgos propiamente mayas.

Después de 600 d.C. las identidades regionales de Mesoamérica empezaron a trastocarse. Las partes componentes de los estilos y las iconografías del periodo Clásico se combinaron. Rasgos de origen maya, por ejemplo, se hicieron presentes en el arte de Xochicalco, Morelos, y Cacaxtla, Tlaxcala; asimismo, diferentes motivos y ornamentos del Golfo de México se inscribieron en estelas de Cholula, Puebla, y también en el Petén, Guatemala. Este ir y venir de influencias de una región a otra fue incesante.
Durante el Posclásico Temprano (900-1200 d.C.) se superó la etapa de las combinaciones y yuxtaposiciones y apareció un nuevo estilo y una nueva iconografia en los cuales ya no se perciben ingredientes extraños que buscan armonizar sino un nuevo sistema, complejo y homogéneo: se trata del fenómeno que conocemos como tradición Mixteca-Puebla y que también ha sido llamado “el estilo internacional del Posclásico”. Ciertamente es más que un estilo, es también un repertorio iconográfico y un sistema de convenciones pictográficas.
La tradición Mixteca-Puebla acabó de fraguarse, según parece, en la metrópoli multiétnica de Cholula hacia 1000 d.C., y floreció con gran intensidad en las ciudades, templos y palacios de los nahuas de la meseta central y de los mixtecos de Oaxaca, pero su difusión abarcó la totalidad del territorio mesoamericano. Así, por ejemplo, en Nayarit y en San Luis Potosí hay evidencias de una fuerte influencia de la tradición Mixteca-Puebla en el arte local, y se advierten huellas de antiguos rasgos Mixteca-Puebla en los códices purépechas.
El arte maya, caracterizado durante siglos por estilos preferentemente naturalistas, animadas composiciones –entre festivas y dramáticas–, no fue ajeno tampoco al influjo de la gran tradición del Posclásico. Los mercaderes que habían reactivado las rutas comerciales en el Epiclásico y el Posclásico Temprano, los pueblos migrantes conocidos como putunes, y específicamente los itzaes, parecen haber contribuido también a que el nuevo estilo y la nueva iconografía que se establecían en el México central fueran apreciados y, en alguna medida, adoptados en las tierras mayas.
Hay varios indicios de esta presencia del fenómeno Mixteca-Puebla entre los mayas. En Chichén Itzá, Yucatán, se perciben elementos tempranos de la iconografía Mixteca-Puebla, como en Tula, Hidalgo, misma. La pintura mural de Mayapán, Yucatán, reproduce el tipo de línea y la paleta características del estilo Mixteca-Puebla, y las escenas y figuras de la Estructura Q se asemejan mucho a las que podríamos encontrar en sitios del Centro de México, como Tizatlán, en Tlaxcala. También se encuentran muy cerca de la tradición Mixteca-Puebla las pinturas de Xcaret y Rancho Ina, en Quintana Roo.
Los murales de Santa Rita y Tulum pertenecen a este grupo de manifestaciones pictóricas mayas con una fuerte influencia del estilo y el repertorio que había cruzado las fronteras étnicas y regionales y se había convertido en una expresión común de las elites mesoamericanas. Ambos sitios se encuentran en la costa oriental de la península de Yucatán, una región en la que finalizaban importantes rutas mesoamericanas de comercio terrestre y se abrían otras, marítimas, hacia Centroamérica y el Caribe. 

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