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FERMIN ANTONIO MUNDACA Y MARECHEAGA. Por: Fidel Villanueva Madrid. Cronista de Isla Mujeres.

23.08.2010 10:39

FERMIN MUNDACA Y MARECHAGA 

 

Dueño de todo, menos del corazón de “La Trigueña”
Escrito por: FIDEL VILLANUEVA MADRID
Cronista Vitalicio de Isla Mujeres (ixcheel@prodigy.net.mx)

Categoría: Piratas | Temas
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·    En su tumba vacía puede leerse su epitafio escrito por él mismo: “Lo que tú eres yo fui… Lo que yo soy luego serás”

FOTOS LUCY MARTÍNEZ

(Publicado en agosto de 2006. Edición No. 42)

Fermín Antonio Mundaca y Marecheaga nació el 11 de octubre de 1825 en la Villa de Bermeo, España. Todo hace suponer, dada la magnificencia de su obra en Isla Mujeres, que realizó estudios de arquitectura y de navegación lo cual debió entretener sus primeros 26 años.

Para 1858 se empiezan a tener noticias de Mundaca en Isla Mujeres. Se supone que vino huyendo luego de cometer algún “inconfesable crimen” y aquí encontró el lugar ideal para esconderse, aunque también es cierto que mantenía buenas relaciones con el gobierno yucateco con el cual se le ha relacionado en la venta de mayas a Cuba, un infame comercio de seres humanos que floreció de 1848 a 1862….

Este es el relato de Alice D. Le Plongeon, quien en compañía de su esposo Augustus estuvo en Isla Mujeres en 1876, como parte de un recorrido que realizaran para conocer los vestigios arqueológicos de la costa oriental de Yucatán.
“Encontramos un extraño personaje viviendo en la isla apartado de todos, excepto de dos hombres quienes le servían. Con ellos él construía casas de paredes de piedra y estatuas de él mismo. El se llamaba así mismo Cónsul Español y Fomentador, tenía grandes plantaciones de vegetales y abundante ganado, sin embargo nunca daba ni vendía nada a nadie, ni siquiera un poco de leche a ninguno que estuviera enfermo.

“Vegetales y frutas maduraban y se pudrían, mientras su ganado vagaba en todas partes, destruyendo todo lo que la otra gente plantaba. El trabajaba como un esclavo y solamente se permitía así mismo una escasa comida al día. Nadie sabía por qué él vivía una austera, aislada y egoísta existencia.

“Es entendible que en sus tiempos jóvenes él estuvo comprometido en el intercambio de esclavos en la costa africana, y la gente creía que él había cometido un aborrecible crimen que lo mantenía preso del remordimiento, el cual trataba de sofocar haciendo penitencia. Algunos dicen que él es un cazador, y otros que él estaba buscando el tesoro, porque frecuentemente cambiaba su lugar de residencia, construyendo una nueva casa cada vez.

“El tenía abundantes onzas de oro aunque rara vez se acercaba a la villa. Cuando él pasa a lo largo de la playa, al crepúsculo, la amistosa charla es de repente acallada, y alguno exclamaba en un atemorizante susurro ¡Ahí va Mundaca!”
La Hacienda Vista Alegre de Fermín Mundaca, abarcó casi un 40 por ciento de la superficie de la isla. Además de su residencia, el Fomentador construyó huertos, en especial un jardín llamado “La Rosa de los Vientos”, el cual servía como reloj solar, a partir de las sombras que proyectaban un arco y la ornamentada parte superior de un pozo, sirviéndose de la exacta distribución cardinal de arriates y jardineras.

Por el norte, la hacienda iniciaba con un arco desaparecido hace apenas 37 años. Este arco, se ubicaba como un acceso a la altura del extremo septentrional de la pista de aterrizaje actual; era conocido como “La Entrada de la Trigueña”.

Otro arco, localizado todavía al este meridional de la isla, marcaba un acceso más, el cual es conocido como “El Paso de la Trigueña”. La Hacienda de Fermín Mundaca es en síntesis una muestra arquitectónica, artesanal y botánica del siglo XIX. La inspiración del autor, lo llevó a plasmar en los detalles hasta símbolos de esa época en que el país se convulsionaba entre golpes de estado, e intentos de liberalistas y conservadores por establecer un estado soberano.

Aunque no se ha confirmado oficialmente, puede considerarse como cierto que Fermín Mundaca, construyó la Hacienda Vista Alegre utilizando piedra labrada que tomó de los vestigios prehispánicos del lugar. Esto, sin lugar a dudas, le facilitó el trabajo.

SU AMOR IMPOSIBLE

En cuanto a la “Trigueña”, el amor imposible de Fermín Mundaca, respondió al nombre de Prisca Gómez Pantoja. Los padres de la Trigueña se asentaron en Isla Mujeres como muchos otros yucatecos que en esa época buscaron refugio en las islas, para no caer sacrificados por la cruenta guerra social, que desde 1847 estremeció a la península.

La “Trigueña” nació en Isla Mujeres en 1862. Las referencias físicas de Prisca hablan de una mujer esbelta de ojos verdes y piel blanca, bronceada por el sol del Caribe, de larga y ondulada cabellera; hablan también de una mujer sensual, de esas que todos los hombres quisieran haber amado un día.

La Trigueña era una mujer hecha de miel; miel que fue la amargura de un enamorado cuya pasión se agiganta con el tiempo que añeja esa historia.

Conociendo el perfil sombrío de Mundaca, no parece fácil imaginarlo como protagonista de un romance, pero cuenta la gente que por muchos años el pirata contrabandista e indiero ofreció la grandeza de su hacienda a la doncella sin lograr convencerla de que fuera a vivir a su lado.

Para nada sirvió que Mundaca construyera con sus propias manos una finca tan grande en un lugar tan pequeño como lo es Isla Mujeres. Para nada sirvió que cada detalle de su obra estuviera dedicada a su amada, porque ésta terminó dándole su amor a otro mientras que Fermín Mundaca fallecía de melancolía en Mérida.

Aún se conserva en el cementerio de Isla Mujeres su vacía tumba, de gran tamaño hecha de piedra fina, la cual presenta en la parte superior una campana reposando sobre la tumba. Ahí puede leerse un epitafio escrito por el propio pirata: El texto reza por un lado: “Lo que tú eres, yo fui”; por el otro señala: “Lo que yo soy, luego serás”. La referencia debe haber estado dirigido a la “Trigueña” quien (se dice) despreció a Mundaca por considerarlo muy viejo para ella. Además, el frente de la tumba tiene la siguiente inscripción “Ruega por nosotros”

El amor imposible de Mundaca puede ser tomado también como un ejemplo de que no todo lo compra el dinero ni la personalidad. El pirata era un español de esos que en el siglo pasado se sentía todo un conquistador, un ser superior al que debía rendírsele pleitesía. Por eso los isleños lo odiaban y le temían, al grado de que nunca se aproximaban a su hacienda, ni siquiera en sus constantes ausencias.

La Isla Mujeres de 1880 debe haber sido el escenario más romántico que uno pueda imaginarse, con un esbozo de pueblo de pescadores, sin más luz que la de los mecheros y teas por las noches, toda de arena, llena de senderos caprichosos a cuyos lados florecían las uvas de mar y los icacos; entre palmeras de cocotero y chitales, con su mansa bahía, donde se balanceaban apenas las canoas.

Recrear el amor de la núbil moza de escasos 16 años y del fiero galán de 53 años ya tiene que ser recreación de leyenda, enmarcado en un paisaje de leyenda también.

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