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EL TRAJE REPRESENTATIVO DE QUINTANA ROO PREHISPÁNICO INSPIRADO EN UNA FIGURILLA MAYA DEL PRECLÁSICO. Por: Flor de Azalea Hadad Salgado.

18.08.2010 00:43

 El traje prehispánico de Quintana Roo, inspirado en una figurilla maya del año 300 d.C

Escrito por: Mtra. FLOR DE AZALEA HADAD SALGADO
Directora del Laboratorio Artístico “Chactemal” de Colage Arte y Cultura A.C. (chetu_flor@hotmail.com)

 
 
 

En diciembre de 1959 se presentó por primera vez en el teatro Manuel Avila Camacho, de la ciudad de Chetumal.

(Publicado en diciembre de 2006. Edición No. 46)

El trabajo de investigación que presentamos es sobre un  atuendo  inspirado en las princesas mayas de nuestra península. Su carácter es jerárquico, pues con él asistían a las ceremonias más significativas. Aclaramos que esta indumentaria de reminiscencia prehispánica, no tiene nada que ver con la época chiclera, ni con el ex gobernador Rafael E. Melgar y menos con el año de 1936.

En 1959, la señora Carmen Ochoa de Merino, esposa del entonces gobernador del estado ingeniero Aarón Merino Fernández (1958-1964),  llamó al antropólogo y diseñador mexicano Ramón Valdiosera Berman, originario del estado de Veracruz, (1918) y le encargó la confección y el diseño de un atuendo para Quintana Roo, mismo que se inspiró en una figurilla prehispánica que data del año 300 de nuestra era, con origen en la isla de Jaina (Campeche) y que tanta influencia se percata a nivel peninsular.
La importancia de crear esta indumentaria obedecía a la necesidad de tener una representación a nivel nacional, dado que Quintana Roo no contaba con un traje oficial, pues aún no se le había dado la importancia al de Rómulo Rozo Peña (1889-1964) en el grabado del Teatro Minerva o ex escuela Belisario Domínguez, de la ciudad de Chetumal, el cual solo veíamos como una obra decorativa y no como emblema de nuestra identidad regional, cuya especificación quedó planteado en la edición pasada de Pioneros sobre la “Chetumaleña” antigua o traje “Chiclero”.

LA MÚSICA.

En aquellos tiempos (1959)  se creó igualmente el Instituto Regional de Bellas Artes en nuestra ciudad capital albergado en la planta baja del Hotel Bahía, todo esto dentro del sexenio del ingeniero Aarón Merino, por lo que  se contrató también al reconocido músico y compositor yucateco profesor Rubén Darío Herrera para dirigir esa iniciativa, misma que no duró ni siquiera el sexenio.
El maestro Rubén Darío traía la encomienda de componer música y letra de la “Danza de la Chetumaleña Prehispánica”, e impregnó en su  obra musical  ritmos mixtos (no sé como llamarle) 3 x 8 y 6 x 8, desde la soberbia entrada a ritmo marcado con tambores a modo selvático, destacando el ritmo cadencioso del danzón peninsular (llegado de cuba), al ritmo jaranero donde era fácil incluir seguidillas y degolletes, carreritas etcétera. Una danza  hasta cierto punto muy lógica, realmente hizo de ésta un popurrí peninsular donde fusiona el pasado con el presente.

LA COREOGRAFÍA.

Sobre los pasos, igual que la coreografía, fueron puestos por la profesora Isabel “Bellita” Ferreyro Villamil y el profesor Omar Erosa. Ella, maestra de danza clásica y folklore. El, maestro de educación física (no sólo le gustaba bailar sino que estaba debidamente capacitado en el campo de las artes.)  La danza se montó en las instalaciones de dicho Instituto de Bellas Artes, dado que el maestro, al principio para los iniciales ensayos, se los tocaba en piano y posteriormente, ya con partituras, para la presentación oficial se le cedió a la banda de música del territorio dirigida por Don Napoleón Ortiz.
El estreno oficial se llevó a cabo a principios del mes de diciembre del mismo 1959,  en el teatro Manuel Ávila Camacho, cuando el coloso estaba en su apogeo y que tanto nos enorgullecía (ahora lo podemos apreciar en ruinas) y había que ir de gala, platillo y bombín, como se estilaba antes.
Esta danza fue interpretada en el Campo Marte de la Ciudad de México ante el Presidente de la República licenciado Adolfo López Mateos, y su señora esposa Eva Sámano de López Mateos, presidenta nacional del IMPI, gracias a una invitación que se le hiciera a la señora Carmen Ochoa de Merino Fernández, por lo que distinguió a un grupo de señoritas a portar esta indumentaria en tan especial evento.
La presencia de Quintana Roo en la Ciudad de México impresionó al Estado Mayor Presidencial, a la prensa nacional y en general a los asistentes porque no se imaginaban el despegue cultural que se estaba dando en esta zona tan apartada del país.
La presencia de la juventud manifestada en mujeres graciosas, portando hermosos trajes bordados por ellas mismas (me consta) con especial cuidado. El resultado final marcaba elegancia, distinción.
El grupo estaba compuesto por la propia profesora “Bellita” Ferreyro, su hermana “La more”, Maruca Ávila, Videlma Villanueva, Vilma (+) y Yara Cuevas, Maritere Negrín (+), Betty, Camila y Maritere Villanueva, Leonor Marzuca Ferreiro, la señorita. González, María Cristina Sangri Aguilar, María Teresa Hadad Salgado, y una invitada de última hora, ya que una señorita del grupo se enfermó.
Tere Hadad Salgado, mi hermana, decidió invitarme cuando apenas tenía 13 años de edad. En total fuimos 16, así que pido disculpas a quienes no pude recordar (fue hace 43 años) de cualquier forma, contáctenme, así podré tomarlas en cuenta la próxima vez. Y si no ustedes, al menos algún familiar cercano.

EL TRAJE

Ramón Valdiosera Berman se inspiró en los antecedentes prehispánicos peninsulares, impresiones y motivos, que complementan el diseño a su alrededor. Veremos claramente parte de la arquitectura maya, diversos jeroglíficos y en general parte de la cosmogonía maya, confeccionado en lino de color café (lo mas parecido al yute), color que usaban y usan éstos dado que es una raíz vigente al igual que sus danzas y su  música.
El vestido puede ser pintado o bordado. Es una túnica larga (tipo mumú ) que llegaba por debajo de las rodillas, abierta a los lados, escotada con una capa que cae sobre los hombros, del largo del vestido y una especie de pectoral unido a la capa (o, lengüeta) que llegaba a las caderas.
El traje lucía en las orillas de la capa, el pectoral y la falda, grecas, cruces, círculos y otras figuras geométricas bordadas a mano en estambre. Este diseño hoy puede apreciarse en el monumento a “La Chetumaleña”, ubicado en la avenida Héroes, de la ciudad de Chetumal.
En la prenda-terno podemos apreciar que NO trae impreso el mascarón de Kohunlich ni en la parte trasera al dios Ek descendente maya (Tulum), dado que en ese entonces el antropólogo Miguel Segovia Pinto (descubridor de los vestigios de Kohunlich) ni siquiera había empezado a trabajar en esa zona, por lo que consideramos este atuendo original auténtico tal y como lo creó su diseñador Valdiosera.

MODIFICACIONES

En los siguientes años, al traje de Valdiosera y al de la “Chiclera “, se le ha dado vigencia indistintamente para representar al Estado en forma oficial. En 1974, cuando Quintana Roo dejo su condición de Territorio para convertirse en Estado libre y soberano, comenzó a participar en concursos de belleza a nivel nacional como “Señorita Turismo” y “Señorita México”, lo cual obligó a los diseñadores locales a crear trajes representativos.
En 1976, Lizbeth Sánchez Mejía, Señorita Quintana Roo utilizó un traje diseñado por Ricardo Aguilar, muy parecido al diseño de Valdiosera, mostrando en su parte frontal una especie de mascarón de Kohunlich, estilizado.
Ese mismo año, para el concurso estatal Señorita Turismo se le pidió al diseñador Luis López Quijano “El Negro” la confección del vestuario de la representante del municipio de Othón P. Blanco. Inspirado en el diseño de Valdiosera y de Aguilar recreó el traje de “La Chetumaleña”: una túnica hasta el suelo, con aberturas a los lados hasta el suelo, con aberturas a los lados, con una capa unida a una especie de pectoral que llega debajo de las rodillas y deja descubiertos los hombros.
En el borde inferior de la falda se aprecian unas grecas triangulares que simbolizan el mar y sobre ellas unas canoas estilizadas que representan la navegación de los antiguos mayas por el mar Caribe.
En el centro del pectoral luce una imagen de uno de los mascarones, que representa al dios sol Kinich-Ahau (de Kohunlich). El dios, adornado con una nariguera que atraviesa el tabique nasal, sale de las fauces de un monstruo de la tierra, se aprecian los dientes incisivos superiores mutilados en forma de T, que es el símbolo “ik” utilizado para representar una jerarquía dentro de la estratificación social maya. Debajo del mascarón, ramas estilizadas simbolizan la inclinación de nuestros ancestros a la naturaleza y al arte.
En la parte posterior del traje, luce la imagen del dios Ek descendente de Tulum, representado por una figura humana colocada de cabeza, que posee alas extendidas y que sostiene con ambas manos aparentemente un panal. Esta versión estaba pintada a mano y rebordada en hilo a efecto de resaltar los dibujos. Tenía como tocado dos grandes flores; una anaranjada y una verde, colocadas en el cabello al lado izquierdo. Este diseño con algunas modificaciones se convertiría en el traje representativo de Quintana Roo.
En 1978, Rosa María Peraza portó, por primera vez en el concurso Señorita Turismo, el diseño recreado por Luis López Quijano “El negro”, y también por vez primera se bordó el mascarón de Kohunlich y el resto de los estampados con lentejuelas y chaquiras; así mismo, como tocado, se optó por una diadema de flores.
En 1981, la represente de Benito Juárez ganó el concurso y decidió representar a Quintana Roo en la fase nacional con el traje del mascarón, entonces todavía conocido como el de “La Chetumaleña”. La única modificación fue un bordado con mayor abundancia de lentejuelas y chaquiras. Con este traje, Quintana Roo obtuvo el primer lugar en trajes típicos; este hecho marcó el final de la concepción del “Negro” como traje de “La Chetumaleña, para considerarlo, sin más, como el de “La Quintanarroense”.
En 1995, para la representante de Quintana Roo, en el evento Señorita México y Señorita América Latina, la túnica original dio paso a un traje de dos piezas: el sostén adornado con grecas detiene la capa en la que se aprecia al dios descendente de Tulum, la antigua falda cede su lugar a una especie de taparrabo largo en cuya parte frontal luce un mascarón de Kohunlich. La diadema fue sustituida por un penacho de flores que cubre todo el cabello y de la cual resaltaban los pistilos largos de pedrería.
La indumentaria está formada por dos piezas: el vestido en su parte inferior está adornado de color rosa simbolizando el punto cardinal del sur y el interior de la tierra. La capa se encuentra abierta a los costados hasta la altura del busto. En la parte inferior observamos un mascarón, copia de los que se localizan en la zona arqueológica de Kohunlich. La parte posterior remarca al dios descendente de Tulum; al pie de las efigies se encuentran la flora y la riqueza forestal; en los bordes lleva color verde, que es el color sagrado de los mayas.
Así es como se llegó al modelo inicial de Valdiosera, luego retomado y enriquecido por Ricardo Aguilar, Luis López Quijano, y otros diseñadores, que basados o no en estudios antropológicos, han dado cada vez una imagen más actual a lo que realmente representa la cultura quintanarroense.
Reconocemos con justicia a todos los planteles escolares oficiales y particulares que preservan y promueven esta indumentaria. Justamente esa es la misión de éste Laboratorio Artístico: difundir el traje, la danza y el canto. Las invitamos a vivir la experiencia de portarlo alguna vez, así también dignificar y enorgullecerse de nuestros valores ancestrales. Fuentes consultadas: Enciclopedia de Quintana Roo, tomo 8

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